martes, 3 de septiembre de 2013

Nunca es de noche.



"Cuando la última hora llegue al reloj,
no quedará espacio para el vino ni las rosas,
se pondrá el sol sobre las montañas verdes
y morirán, uno a uno, nuestros mas preciados besos."

 Creemos tener siempre el amor que merecemos,
nos creamos ilusiones vagas de sonrisas infantiles,
siempre para no pensar en el mañana, para hacer soportable el presente.

Y sin embargo no nos damos cuenta de que las huellas se escriben en sal,
entre piel y hueso, escociendo y limpiando sin pudor
los pies ennegrecidos de sangre y mohosos de andar por la infinita inmensidad.

Desde el árbol mas alto, a la caverna mas profunda,
todos, sin excepción, sucumben al viento y a la guerra.
A las lanzas que atraviesan los pechos de las madres que pierden a sus hijos.
A la sutura de las bocas de los hombres que gritan libertad.
Al miedo de los niños por no llegar a viejos.
Al de los viejos a que se mueran antes estos.
Al mundo, que se desangra de rabia y vergüenza por las calles naranjas y sucias del futuro.

Perdemos la conciencia por ser ignorantemente felices,
por pertenecer a algo elegimos el nihilismo y lo sellamos con brea,
la misma brea que tapa mis lágrimas y empaña mis sueños,
que no me deja levantar los pies por hundirme mas dentro.

Reirá el tiempo y con el tiempo, yo con ellos.

Quise escribir porque no podía dormir, porque nunca era de noche
y ahora que se me cierran el estómago y los ojos,
veo que nunca anocheció,
porque siempre fue de día y yo inconsciente,
veía sombras en la cueva.



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