"Cuando la última hora llegue al reloj,
no quedará espacio para el vino ni las rosas,
se pondrá el sol sobre las montañas verdes
y morirán, uno a uno, nuestros mas preciados besos."
Creemos tener siempre el amor que merecemos,
nos creamos ilusiones vagas de sonrisas infantiles,
siempre para no pensar en el mañana, para hacer soportable el presente.
Y sin embargo no nos damos cuenta de que las huellas se escriben en sal,
entre piel y hueso, escociendo y limpiando sin pudor
los pies ennegrecidos de sangre y mohosos de andar por la infinita inmensidad.
Desde el árbol mas alto, a la caverna mas profunda,
todos, sin excepción, sucumben al viento y a la guerra.
A las lanzas que atraviesan los pechos de las madres que pierden a sus hijos.
A la sutura de las bocas de los hombres que gritan libertad.
Al miedo de los niños por no llegar a viejos.
Al de los viejos a que se mueran antes estos.
Al mundo, que se desangra de rabia y vergüenza por las calles naranjas y sucias del futuro.
Perdemos la conciencia por ser ignorantemente felices,
por pertenecer a algo elegimos el nihilismo y lo sellamos con brea,
la misma brea que tapa mis lágrimas y empaña mis sueños,
que no me deja levantar los pies por hundirme mas dentro.
Reirá el tiempo y con el tiempo, yo con ellos.
Quise escribir porque no podía dormir, porque nunca era de noche
y ahora que se me cierran el estómago y los ojos,
veo que nunca anocheció,
porque siempre fue de día y yo inconsciente,
veía sombras en la cueva.
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